PRÓXIMO EVENTO

EL PRÓXIMO SÁBADO 14 DE MARZO EL ILTRE. COLEGIO OFICIAL DE ENFERMEROS DE BADAJOZ, DENTRO DE SU SEMINARIO PERMANENTE DE HUMANIZACIÓN ORGANIZA UN TALLER QUE LLEVA POR TÍTULO "TESTIMONIOS DE VIDA", EN EL QUE CONTARÁ CON LA PARTICIPACIÓN DE PERSONAL ENFERMERO Y BOMBERO Y CON DOS PACIENTES A LOS QUE AQUELLOS COLECTIVOS HAYAN SALVADO LA VIDA

LA SILLA MÁGICA, por María del Rosario Zamora Arjona

16 marzo 2015

María del Rosario Zamora Arjona
EIR Geriatría Primer Año

LA SILLA MÁGICA

Julia tiene 92 años. Es viuda y tiene 5 hijos y 10 nietos, de los cuales solo tres acuden al hospital (frío) en el que se encuentra por una patología aguda. El resto de su familia tiene muchas cosas que hacer (“trabajo, estudio, viajes… ya se sabe”). Lleva ingresada 5 días, no comprende muy bien qué está sucediendo. No comprende muy bien dónde está ni recuerda qué día es. A veces confunde el día con la noche, la comida con la cena. No para de ver a gente a su alrededor, pero se siente sola. Se siente triste, echa mucho de menos a su marido, tantos años juntos… y tiene miedo. Miedo de estar abandonada, miedo de morir, miedo porque tiene dolor pero no encuentra el momento para comunicarlo (“toda esa gente parece que tiene tanta prisa…”), miedo de orinarse y de hacerse de vientre encima, ya que en casa ella podía ir al servicio sola, pero desde que ingresó alguien decidió por ella que ya no iba a poder usar el servicio más y que tenía que llevar un pañal. Un pañal que pasa mojado y sucio mucho tiempo, demasiado, que le pica y le da calor, que le quita la dignidad, que le da miedo. Ha dejado de comer también, la comida del hospital es fría (no por falta de temperatura, sino porque “parece que le faltase alma”) y monótona, aburrida, parece hecha con prisa y suelen ser purés insípidos. Cada vez que llega la comida ella sueña con que vengan de postre unas fresas, le gustan tanto… pero de postre siempre aparece la manzana asada y el yogur. Y la bandeja vuelve al lugar de origen prácticamente tal y como llegó. Llena de comida y fría.

Delante de la butaca donde la sientan según protocolo, hay una silla. Esta silla siempre está vacía. Es curioso que toda esa gente que entra y sale nunca se puede sentar cinco minutos en la silla a hablar con ella, a hablar del tiempo, a dar calor a la habitación.

Julia siente que ha perdido la dignidad, que ya no es ella y que tampoco importa que ya no sea ella. Se siente totalmente ajena a su enfermedad, siente que estorba, que está ocupando una cama, siente que su cuerpo es lo que importa, pero… ¿y sus sentimientos? ¿Y sus miedos? ¿Y ella? ¿Y esa silla? Ni siquiera su hijo y sus dos nietos se sientan en ella.

Pero todo cambia durante 10 minutos al día. Quizá es solo 1 minuto, pero a ella le dura la alegría 10 minutos. Siempre pasa cuando Carmela, la empleada de limpieza, entra a las 10 de la mañana a limpiar la habitación. Ella ilumina la estancia con su sonrisa y su alegría, siempre la saluda y le pregunta cómo está, le cuenta alguna anécdota de su llegada hasta el hospital en el autobús y Julia se muere de risa. Además, Carmela coge su mano y la llena de halagos. Parece que durante esos diez minutos todo se esfumase (el dolor, el frío, el miedo). Parece que, durante diez minutos al día, ella volviese a ser una persona. Incluso un día Julia le pidió que se sentase en la silla y Carmela se sentó, y estuvieron viendo una revista juntas, durante cinco minutos, claro, porque Carmela tiene que seguir con sus tareas y no puede retrasarse mucho. Pero la alegría ya le duró hasta la hora de la comida.

Y eso es lo que Julia espera un día tras otro: que llegue Carmela. Eso es lo que le da la fuerza para seguir. Esperar a que esa silla deje de estar vacía durante cinco minutos, dejar de sentir frío durante diez minutos. Volver a sentir calor humano en sus manos. Volver a sentirse viva.

Afortunadamente, todos nosotros podemos ser como Carmela y ayudar a todas las Julias que se encuentran desamparadas y sufren. Solo una sonrisa, una mirada y una palabra amable es suficiente para poder cambiar el día a nuestro paciente. Solo sentarnos en una silla delante de ellas y preguntarles cómo están, hablar de sus miedos, comprender que son seres humanos que sufren, como nosotros, que también sufrimos mucho, que también tenemos problemas, que también, a veces, perdemos la esperanza. Comprender que sin humanización no hay asistencia terapéutica. Comprender que un abrazo y una sonrisa son más terapéuticos que cualquier ansiolítico. Y que, como ningún ansiolítico, alivian al que lo da y al que lo recibe.

Comprender que no todos necesitan pañal, que algunos necesitan fresas y que las necesidades las marcan quienes las tienen. Que no podemos ni debemos decidir por el otro.

Comprender que la humanización de la Sanidad es la base de la asistencia.

UN MINUTO DE SILENCIO


Entrada a cargo de Raúl Tardío López, abogado.

21 de febrero de 2015


UN MINUTO DE SILENCIO

por quienes sólo utilizan las orejas para sostener las gafas;
por todos esos que no entienden el debate sin el ataque;
por esas personas a las que la intransigencia les nubla la razón;
por aquellos para los que el diálogo sólo tiene sentido si se cumple su palabra;
por quienes simulan que te escuchan mientras ocupan su pensamiento en otras cosas;
por quienes ven la vida como una guerra plagada de adversarios que sólo intentan acabar con ellos;
por quienes validan una opinión en función de quién la sostenga;
por los que elevan su tono de voz para que la tuya no se escuche;
por quienes sustituyen el argumento por la agresión;
por los que disentir equivale a menospreciar;
por los que camuflan sus miedos con desprecios;
por los que esconden su debilidad detrás de una presunta autoridad;
por los soberbios y prepotentes, que sólo se escuchan a sí mismos;
por quienes su opinión no tiene precio y la tuya no vale nada;
por los que están convencidos de que el mundo gira en torno a ellos;
por los incapaces de convencer por la fuerza de sus argumentos;
por los que se erigen en tus salvadores sin respetar tu libertad para acertar o equivocarte;
por los que se vuelven ciegos y sordos cuando se trata de escucharte;
por quienes un fracaso elimina toda posibilidad de éxito;
por aquellos que miran el dedo cuando señalas el sol.


Sólo un minuto para ellos, ni uno más, porque la vida, sin duda, está hecha para los demás.

ILUSIÓN DE ENFERMERA

10 de febrero 2015


Publicamos una nueva entrada en nuestro blog que nos ha hecho llegar una enfermera, y que lleva por título


ILUSIÓN DE ENFERMERA

Casi siempre se habla de la “dejadez” de las enfermeras.  Se escuchan frases del tipo: “Prefieren no asumir sus responsabilidades y adoptar la posición de comodidad”.  En algunos casos, más de los que debiera, puede ser así, pero también existe por suerte, la otra parte.  Las enfermeras que se implican, que luchan por su profesión, por ejercerla plenamente, para que se les respete.

Me gustaría contar mi experiencia, y para ello voy a empezar  por el inicio de mi viaje en esta aventura.

Hace ya algunos años que comencé mi andadura en la Enfermería.  Sinceramente, cuando inicié los estudios, tenía nociones muy básicas de lo que era ser enfermera, pero poco a poco fui descubriendo lo que significa realmente y me di cuenta de que había tomado una de mis mejores decisiones hasta el momento.  Cada día de práctica me gustaba más la profesión en la que me había embarcado.  Los tres años de formación fueron duros, muchas horas de clases, de estudio en casa, de prácticas, pero sin duda volvería a repetirlos.  No sólo aprendí técnicas, tratamientos, curas,… También aprendí a ver más allá de las personas, a percibir la tristeza en una sonrisa, a detectar la preocupación en una mirada, a ponerme en la piel del otro, a escuchar, a ser paciente, a respetar.  Descubrí la importancia de una sonrisa, de un trato cálido y cercano, de un gesto amable.  Tras ese tiempo, no sólo me gradué como enfermera, sino que crecí mucho como persona.  Al finalizar esta etapa estaba llena de ilusión y con ganas de empezar la siguiente. 

Una de las parcelas que más me gusta de la Enfermería es la Educación para la Salud.  Con una buena educación sanitaria algunos de los pacientes que conocí en el hospital se hubiesen ahorrado esa estancia.  Pues bien, por suerte y para mi gran sorpresa, encontré un puesto de trabajo donde podría realizar esa función perfectamente. Esto lo descubrí un tiempo después de estar aquí y ver el ambiente. Trabajo en una piscina, y ¿qué hace una enfermera en una piscina?  Pues parece ser que lo único que podemos hacer es esperar a que pase algo y “mantener el botiquín en condiciones”. Por aquí pasan, desde bebés de 6 meses, hasta personas de más de 80 años, personas sanas y enfermas. ¿Os dais cuenta de la cantidad de población? ¿La cantidad de personas, de todas las etapas de la vida, a las que se puede llegar desde aquí?  Se me ocurren muchas actividades que realizar, ¿a vosotros no? 

Hasta ahora no había habido enfermera y aunque “sólo” es un botiquín, sí que hay unas cosas básicas que se deben cumplir y respetar como es la reposición de los medicamentos lo antes posible y en perfecto estado, mantener el material sanitario sin óxido, la intimidad de los usuarios y la confidencialidad, etc..  Desconocía si estas cosas sucedían por dejadez o por falta de conocimiento por parte de los jefes, así que, ante tal situación, puse en conocimiento las deficiencias que observé y también planteé la posibilidad de dar un servicio sanitario a todo aquel usuario que le interesase y no sólo al que sufriese un accidente en la instalación.  La ilusión por el trabajo pronto se tornó en confusión, desconcierto, y ese desconcierto se transformó en temor, miedo, pánico.  Sólo quería trabajar y hacer las cosas bien.  Es mi responsabilidad como enfermera poner en conocimiento cualquier deficiencia y velar por prestar una atención de calidad al usuario de la instalación. 

Todo esto derivó en una constante persecución y acoso por parte de mis “superiores”.  No voy a entrar en detalles, porque ese no es el tema, y porque aunque haya pasado un tiempo aún se me revuelve algo al recordarlo.  Pasé la peor época de mi vida por querer ser enfermera, por querer dar un buen servicio a las personas que acuden al botiquín, por no querer pasarme 7 horas sentada de brazos cruzados mientras veía a un niño obeso comiendo bollería y patatas fritas para merendar. En definitiva, por no querer cerrar los ojos y convertirme en alguien pasivo y cómplice de ciertas barbaridades. 

¿Pero sabéis qué?  Los golpes te hacen más fuerte y te repones.  Ahora, si todo sale bien, se me abre una nueva puerta.  No sé cómo será, ni cómo lo haré.  Sólo sé que tengo ganas y que creo en lo que hago, dos ingredientes, que si los tienes contigo, te dan fuerzas para lo que venga aunque haya momentos de flaqueza.  La posición fácil sería quedarme sentada en la silla, pero para mí, no es la más cómoda.  Voy a intentarlo de nuevo.  Poner mi granito de arena para intentar que se reconozca la Enfermería, la gran labor que podemos desempeñar, que los usuarios saquen partido de nosotros, que otros compañeros que puedan algún día ocupar este lugar, se sientan realizados, se les respete y reconozcan su trabajo. 

Me niego a creer que esto siempre será así, que no se puede hacer nada.  Cuando me vengo abajo recuerdo la ilusión que sentí al acabar la carrera, las ganas de hacer cosas y todo lo que me enseñó, porque muchas cosas las aprendí yo, pero otras me las enseñó ella, la Enfermería, y una de esas cosas fue a no darme por vencida y luchar.  Me niego a que esto acabe así.

Aquí tenéis una prueba de que sí que se lucha por la Enfermería y sé que hay muchos más casos.  A veces es difícil, pero si no la defendemos nosotros ¿quién lo va a hacer? ¡ÁNIMO!

“COMUNICACIÓN" Vs. "HUMANIZACIÓN”



Publicamos una nueva entrada en nuestro blog. Su autor, Jesús Sánchez Martos.

 “Comunicación Vs. Humanización”


Madrid, 6 de Febrero de 2015

                   
Decir y recordar que cualquier profesión sanitaria por el mero hecho de serlo, requiere de una verdadera vocación, parece una obviedad y así debiera ser, aunque los jóvenes alumnos en la Facultad se siguen sorprendiendo cuando el profesor trata de recordárselo, quizá porque la palabra vocación no está de moda o por algo más sencillo, porque a los que tenemos años de experiencia nos cuesta trabajo recordarlo, precisamente por obvio.

Una vocación de entrega que viene dada por la voluntariedad con la que nos hemos dedicado a nuestra noble profesión y que tiene que estar enjugada de un alto índice de “humanización”. ¿Cómo se puede entender a un profesional sanitario que no sea humano? Pero no, no me refiero a eso porque se trata de dos conceptos muy diferentes. Humano claro que lo es por dos motivos, porque nació humano y porque debe serlo en su concepto de vida para haberse decidido a tratar con personas, que la mayoría de las veces sufren una enfermedad, creen padecerla o pudieran sufrirla en algún momento de su vida. Pero ser humano, no significa que nuestro trabajo esté humanizado.

Y claro que está de moda hablar hoy de la “humanización del Sistema Sanitario”. ¿A qué se refieren los políticos y los expertos cuando entonan esta afirmación? ¿Cómo podemos conseguir que el Sistema Sanitario, algo tan grande y a la vez tan abstracto, esté y sea más humanizado? No se trata de conseguir mayores recursos tecnológicos y científicos, aunque siempre son necesarios y bienvenidos, sino de magnificar y optimizar los recursos humanos, que en definitiva son los que ponen en valor la grandeza de nuestro Sistema Sanitario. Somos los profesionales sanitarios y todos aquellos que de algún modo trabajamos en el “Sistema” los que debemos humanizar nuestro trabajo cotidiano, por necesidad y por vocación. Es solo cuestión de actitudes personales.

Y la mejor forma de conseguir este objetivo es a través del entrenamiento en habilidades en comunicación social. Nuestra Real Academia de la Lengua define humanizar como “el hecho de hacer a alguien humano, familiar y afable”, y eso solo se consigue con “el trato y correspondencia entre dos o más personas”, definición que hace de comunicar.

Hoy que tan de moda está hablar de “humanizar”, deberíamos reflexionar en el sentido de que para conseguir este objetivo, deberíamos aprender a comunicar. Precisamente hoy, momento en que la comunicación sigue siendo la asignatura pendiente de los profesionales sanitarios, sencillamente porque esta asignatura no existe en los programas de Grado Universitarios.

Hoy, que estamos a punto de consolidar los nuevos planes de estudio de las profesiones sanitarias en aras de la convergencia europea, seguimos sin el consenso necesario para incorporar en el currículum de Grado, ni en Medicina ni en Enfermería, la asignatura de “habilidades en comunicación social”.

Y es que quien sabe comunicar, sin duda sabrá humanizar. Pero no es necesario ser médico o profesional de enfermería para comprobar este hecho. También un periodista cuando sabe comunicar, humaniza su comunicación y el programa que esté dirigiendo en cualquier medio de comunicación. El celador, los informadores, el personal de limpieza, los administrativos, el fontanero, el electricista, el albañil y el carpintero entre otros, también humanizan su trabajo, con el trato afable y familiar con su cliente, gracias a una comunicación cercana y humana.

En definitiva, humanización claro que sí, pero a través del entrenamiento en habilidades en comunicación. ¿Conseguiremos por fin convencer a los políticos y las autoridades académicas y profesionales de que un profesional de enfermería, un médico y cualquier otro profesional sanitario, debe aprender a comunicar para conseguir humanizar el Sistema Sanitario? Confío en que en esta ocasión consigamos lo que llevamos años demandando, gracias al estimulante e ilusionante Proyecto de Humanización que acaba de poner en marcha el Colegio de Enfermeros de Badajoz. ¡¡¡Enhorabuena a todos los que lo están haciendo posible!!!


                                                             Dr. Jesús Sánchez Martos
                                                             Catedrático de Educación para la Salud
                                                             Universidad Complutense de Madrid




RELATO DE UNA MATRONA: UNA NUEVA VIDA AL MUNDO


Publicamos una nueva entrada en nuestro blog. Su autora, Ángela Hernández Donoso, matrona, nos relata, rebosante de emoción, lo que, para nosotros, es un hecho que no tiene parangón: traer una vida al mundo. 

Relato de una Matrona

Trabajo siempre de  eventual  y ando de aquí para allá. Pero este año me ha tocado trabajar la Nochevieja en el paritorio de Badajoz, una experiencia para recordarla, primero porque mis andares en el camino de la obstetricia-ginecología  comenzaron en Badajoz  y guardo entrañables y maravillosos recuerdos. Ese día tan especial estaba con compañeras especiales, pero también nos acompañaba una  gestante que se encontraba en proceso  de parto. Recuerdo  que, entre contracción y contracción,  le explicaba que antes de ponerse la epidural era aconsejable que realizara las respiraciones aprendidas en educación maternal, pero que con sus nervios,  propios del proceso, no se acordaba y ahí estábamos las matronas  para refrescarle la memoria, dándole el apoyo que ella necesitaba en ese momento.

Después de puesta la epidural , tardó baste tiempo  en hacer el efecto deseado.

Más tarde,  nació el primer niño de Badajoz, Luis  y fue un momento lleno de alegría, emoción y amor.

Pasado unos días esta gestante reconoció la labor realizada por el equipo del paritorio de Badajoz  dando las gracias y recordando cada  momento  vivido.

Para ella era un sueño tener a su hijo en brazos y pasar esa noche mágica con personas desconocidas pero tan cercanas que fuimos capaces de ser momentáneamente su familia. Conseguimos transmitir ese espíritu de nueva llegada de año convirtiendo el acontecimiento del nacimiento de Luis como único e irrepetible.

La verdad, cada nacimiento es único e irrepetible pero si, además, le sumamos el nacer en una noche mágica pues…la combinación perfecta para que la emoción sea enorme.

Nos daba las gracias a cada uno del equipo de guardia de ese día, por nuestra vocación y  amor hacia nuestro trabajo, por el trato que recibió la Nochevieja del 2014.

También daba las gracias por no haberse sentido sola en ningún momento a pesar de ser Nochevieja, por estar atentos a ella en cada momento, para que estuviera lo mejor posible, por esos ánimos en cada contracción para que fueran más llevaderas.

La carta acaba con un brindis por ese equipo de profesionales, y diciendo que cada Nochevieja nos tendrá en su mente y será especial para ella.

Estas palabras no tienen precio, porque aunque sepamos que estamos realizando nuestro trabajo y que además cobramos por ello, no hay mejor recompensa que las palabras de agradecimiento expresadas y nacidas del corazón. No hay oro en el mundo que pueda pagar la alegría y la emoción sentida mientras se lee una carta de agradecimiento.

“Estoy absolutamente convencido de que ninguna riqueza del mundo puede ayudar a que progrese la humanidad. El mundo necesita paz permanente y buena voluntad perdurable”

Albert Einstein 1879-1955

LAS EMOCIONES Y LA SALUD



Tenemos el placer de publicar una nueva entrada en nuestro Blog. Su autora, Dª Arancha Merino, de quien recomendamos la lectura de su blog vivirconemociones.blogspot.com; y su título, "Las emociones y la Salud".

"Las emociones influyen y condicionan nuestra salud y nuestra vitalidad. Las somatizaciones se deben a emociones no canalizadas, no expresadas, que se quedan dentro de nuestro cuerpo congelando nuestra respuesta vital. Con independencia de la herencia genética y de factores como la edad, es importante tener en cuenta que las emociones son las energías que nos movilizan y vitalizan. Una inadecuada gestión emocional crea disfunciones en nuestro cuerpo y mente y puede llegar a enfermarnos. Y esto va desde leves somatizaciones hasta enfermedades graves.

Se hace necesario que las personas responsables de la sanidad y los técnicos sanitarios se formen en el conocimiento de las emociones, pues no se trata solo de recetar una pastilla que calma los síntomas, sino de llegar a las causas que han propiciado la dolencia. Cada emoción se asocia a un órgano que a su vez libera unas hormonas. 

  • Una persona que está enfadada constantemente, que anticipa críticas e injusticias respondiendo con rabia culpabilizadora y vengativa, tendrá seguro problemas de estómago, ardores, digestiones difíciles y también alteraciones en el hígado. Esa persona utiliza en exceso la rabia de la reacción y por defecto la tristeza reflexiva. Será una persona que primero actúe y después piense. Sus problemas de estómago se resolverían tratando esas dos emociones de manera que acepte las pérdidas y no las considere injusticias.
  • Por el contrario una persona que no expresa la rabia justa por no dañar a otros y que acaba tragando abusos y manipulaciones puede padecer de úlceras de estómago a nivel físico y vivirá un gran sentimiento de culpa a nivel mental que podría llegar a la depresión en muchos casos. Aquí habría que trabajar ejercitando la rabia sana cuyo fin es la consecución de la justicia.

Estos dos casos son meros ejemplos de lo que una buena gestión emocional aportaría a la salud. El mirar al paciente como a un ser humano con emociones, ponerse en su lugar, entender sus circunstancias y su entorno, es de gran ayuda y solventa cantidad de problemas. El paciente no es un número, se siente escuchado y atendido, sus emociones son importantes y cruciales a la hora de elaborar un buen diagnóstico.

Deberíamos hacer una reflexión sobre si queremos ser técnicos o humanos. Yo creo que lo uno no excluye lo otro. La suma de ambos puede crear resultados espectaculares. Ver la enfermedad como un síntoma de que alguna emoción es disfuncional aporta la coherencia necesaria en la eficacia del diagnóstico y de su posterior tratamiento".

UNA HISTORIA REAL

















(Anónimo)



Es la historia de una mujer, esposa y madre de cinco hijos, a la que la vida parecía sonreírle. Una alegre familia numerosa que vivía sin excesos pero también sin demasiados aprietos. Todo se truncó aquel fatídico día en que falleció su marido. A la tristeza que la invadió vio sumarse infinidad de desgracias. Con cinco hijos a su cargo, no dudó en ponerse a trabajar para, así, poder atender sus necesidades y salir adelante. Decidió luchar.

Encontró un trabajo, como limpiadora, a 1000 kms de su hogar y no dejó pasar la oportunidad, llevándose consigo a sus más pequeños. Al poco tiempo, empezó a recibir notificaciones y requerimientos, a los que siguieron embargos por negocios en los que jamás participó. Y todo cobrando una nómina que apenas superaba los 600 euros. Su marido había firmado por ella contratos, avales y demás papeles que la obligaban a afrontar el pago de deudas que jamás podría satisfacer.

Una presión, física y mental, inaguantable comenzó a invadirla. Sus 55 años comenzaron a pesarle como losas y la fatiga le pasaba cada día más factura por los esfuerzos que tenía que realizar para cumplir con su trabajo y no desatender a los suyos.

Terminó sufriendo un infarto y dos anginas de pecho. No podía más.

Tuvo que pelear para que le reconocieran la incapacidad, que consiguió tras dos años de bajas laborales y más infortunios, como la pérdida de sus padres y un desahucio.

Su pensión apenas superaba los 400 euros, y los acreedores, entre ellos administraciones públicas, no cejaban en su empeño de cobrar lo que, según ellos, les debía. En ocasiones, sumida en la vergüenza, tuvo que recurrir a la buena voluntad de algún conocido porque un organismo público, haciendo gala de una lamentable contumacia, le embargaba la cuenta donde ingresaba aquellos poco más de 400 euros de pensión. No tenía más ingresos. Sin embargo, a aquellos acreedores poco o nada les importaba.

Pero, gracias a la incapacidad que consiguió que le reconocieran, pudo volver a su hogar, y reunirse con todos sus hijos. Alguna leve sonrisa se dibujaba, a veces, en su cara. 

Y entonces fue abuela. Y ese día fue feliz, realmente feliz. Su pesadumbre pasaba a un segundo plano. Tenía 58 años. Parecía que la vida hacía las paces con ella, pero no fue así. Porque la vida se muestra especialmente dura con algunas personas, a las que devuelve un castigo ante la más mínima alegría. En un visita casi rutinaria al médico recibió una demoledora noticia: tenía cáncer. 

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Como profesionales sanitarios, no tenemos que conocer las vicisitudes de quienes acuden a un centro de salud o un hospital. Desde luego, no estamos obligados a ello. No tenemos que involucrarnos en las vidas de los pacientes. Eso es así y no cabe discusión al respecto. Pero, siendo eso cierto, la humanidad en la asistencia ayuda a dibujar una sonrisa incluso en aquellos que perdieron la esperanza de vivir la vida sin sufrimiento.

En su lucha contra el cáncer, ¿sería positivo que a aquella mujer le preguntáramos, con un sonrisa, no sólo por su estado sino por su nieto? ¿Se imaginan?