10 de febrero 2015
Publicamos una nueva
entrada en nuestro blog que nos ha hecho llegar una enfermera, y que lleva
por título
ILUSIÓN DE ENFERMERA
Casi siempre se habla de la
“dejadez” de las enfermeras. Se escuchan
frases del tipo: “Prefieren no asumir sus responsabilidades y adoptar la
posición de comodidad”. En algunos casos,
más de los que debiera, puede ser así, pero también existe por suerte, la otra
parte. Las enfermeras que se implican,
que luchan por su profesión, por ejercerla plenamente, para que se les respete.
Me
gustaría contar mi experiencia, y para ello voy a empezar por el inicio de mi viaje en esta aventura.
Hace
ya algunos años que comencé mi andadura en la Enfermería. Sinceramente, cuando inicié los estudios,
tenía nociones muy básicas de lo que era ser enfermera, pero poco a poco fui descubriendo
lo que significa realmente y me di cuenta de que había tomado una de mis
mejores decisiones hasta el momento.
Cada día de práctica me gustaba más la profesión en la que me había
embarcado. Los tres años de formación
fueron duros, muchas horas de clases, de estudio en casa, de prácticas, pero
sin duda volvería a repetirlos. No sólo
aprendí técnicas, tratamientos, curas,… También aprendí a ver más allá de las
personas, a percibir la tristeza en una sonrisa, a detectar la preocupación en
una mirada, a ponerme en la piel del otro, a escuchar, a ser paciente, a
respetar. Descubrí la importancia de una
sonrisa, de un trato cálido y cercano, de un gesto amable. Tras ese tiempo, no sólo me gradué como enfermera,
sino que crecí mucho como persona. Al
finalizar esta etapa estaba llena de ilusión y con ganas de empezar la
siguiente.
Una
de las parcelas que más me gusta de la Enfermería es la Educación para la
Salud. Con una buena educación sanitaria
algunos de los pacientes que conocí en el hospital se hubiesen ahorrado esa
estancia. Pues bien, por suerte y para
mi gran sorpresa, encontré un puesto de trabajo donde podría realizar esa
función perfectamente. Esto lo descubrí un tiempo después de estar aquí y ver
el ambiente. Trabajo en una piscina, y ¿qué hace una enfermera en una
piscina? Pues parece ser que lo único
que podemos hacer es esperar a que pase algo y “mantener el botiquín en
condiciones”. Por aquí pasan, desde bebés de 6 meses, hasta personas de más de
80 años, personas sanas y enfermas. ¿Os dais cuenta de la cantidad de
población? ¿La cantidad de personas, de todas las etapas de la vida, a las que
se puede llegar desde aquí? Se me
ocurren muchas actividades que realizar, ¿a vosotros no?
Hasta ahora no había habido
enfermera y aunque “sólo” es un botiquín, sí que hay unas cosas básicas que se
deben cumplir y respetar como es la reposición de los medicamentos lo antes
posible y en perfecto estado, mantener el material sanitario sin óxido, la
intimidad de los usuarios y la confidencialidad, etc.. Desconocía si estas cosas sucedían por dejadez
o por falta de conocimiento por parte de los jefes, así que, ante tal
situación, puse en conocimiento las deficiencias que observé y también planteé
la posibilidad de dar un servicio sanitario a todo aquel usuario que le
interesase y no sólo al que sufriese un accidente en la instalación. La ilusión por el trabajo pronto se tornó en
confusión, desconcierto, y ese desconcierto se transformó en temor, miedo,
pánico. Sólo quería trabajar y hacer las
cosas bien. Es mi responsabilidad como
enfermera poner en conocimiento cualquier deficiencia y velar por prestar una
atención de calidad al usuario de la instalación.
Todo esto derivó en una constante
persecución y acoso por parte de mis “superiores”. No voy a entrar en detalles, porque ese no es
el tema, y porque aunque haya pasado un tiempo aún se me revuelve algo al
recordarlo. Pasé la peor época de mi
vida por querer ser enfermera, por querer dar un buen servicio a las personas
que acuden al botiquín, por no querer pasarme 7 horas sentada de brazos
cruzados mientras veía a un niño obeso comiendo bollería y patatas fritas para
merendar. En definitiva, por no querer cerrar los ojos y convertirme en alguien
pasivo y cómplice de ciertas barbaridades.
¿Pero sabéis qué? Los golpes te hacen más fuerte y te repones. Ahora, si todo sale bien, se me abre una
nueva puerta. No sé cómo será, ni cómo
lo haré. Sólo sé que tengo ganas y que
creo en lo que hago, dos ingredientes, que si los tienes contigo, te dan
fuerzas para lo que venga aunque haya momentos de flaqueza. La posición fácil sería quedarme sentada en
la silla, pero para mí, no es la más cómoda.
Voy a intentarlo de nuevo. Poner
mi granito de arena para intentar que se reconozca la Enfermería, la gran labor
que podemos desempeñar, que los usuarios saquen partido de nosotros, que otros
compañeros que puedan algún día ocupar este lugar, se sientan realizados, se
les respete y reconozcan su trabajo.
Me
niego a creer que esto siempre será así, que no se puede hacer nada. Cuando me vengo abajo recuerdo la ilusión que
sentí al acabar la carrera, las ganas de hacer cosas y todo lo que me enseñó,
porque muchas cosas las aprendí yo, pero otras me las enseñó ella, la
Enfermería, y una de esas cosas fue a no darme por vencida y luchar. Me niego a que esto acabe así.
Aquí
tenéis una prueba de que sí que se lucha por la Enfermería y sé que hay muchos
más casos. A veces es difícil, pero si
no la defendemos nosotros ¿quién lo va a hacer? ¡ÁNIMO!
No hay comentarios:
Publicar un comentario