PRÓXIMO EVENTO

EL PRÓXIMO SÁBADO 14 DE MARZO EL ILTRE. COLEGIO OFICIAL DE ENFERMEROS DE BADAJOZ, DENTRO DE SU SEMINARIO PERMANENTE DE HUMANIZACIÓN ORGANIZA UN TALLER QUE LLEVA POR TÍTULO "TESTIMONIOS DE VIDA", EN EL QUE CONTARÁ CON LA PARTICIPACIÓN DE PERSONAL ENFERMERO Y BOMBERO Y CON DOS PACIENTES A LOS QUE AQUELLOS COLECTIVOS HAYAN SALVADO LA VIDA

UNA HISTORIA REAL

















(Anónimo)



Es la historia de una mujer, esposa y madre de cinco hijos, a la que la vida parecía sonreírle. Una alegre familia numerosa que vivía sin excesos pero también sin demasiados aprietos. Todo se truncó aquel fatídico día en que falleció su marido. A la tristeza que la invadió vio sumarse infinidad de desgracias. Con cinco hijos a su cargo, no dudó en ponerse a trabajar para, así, poder atender sus necesidades y salir adelante. Decidió luchar.

Encontró un trabajo, como limpiadora, a 1000 kms de su hogar y no dejó pasar la oportunidad, llevándose consigo a sus más pequeños. Al poco tiempo, empezó a recibir notificaciones y requerimientos, a los que siguieron embargos por negocios en los que jamás participó. Y todo cobrando una nómina que apenas superaba los 600 euros. Su marido había firmado por ella contratos, avales y demás papeles que la obligaban a afrontar el pago de deudas que jamás podría satisfacer.

Una presión, física y mental, inaguantable comenzó a invadirla. Sus 55 años comenzaron a pesarle como losas y la fatiga le pasaba cada día más factura por los esfuerzos que tenía que realizar para cumplir con su trabajo y no desatender a los suyos.

Terminó sufriendo un infarto y dos anginas de pecho. No podía más.

Tuvo que pelear para que le reconocieran la incapacidad, que consiguió tras dos años de bajas laborales y más infortunios, como la pérdida de sus padres y un desahucio.

Su pensión apenas superaba los 400 euros, y los acreedores, entre ellos administraciones públicas, no cejaban en su empeño de cobrar lo que, según ellos, les debía. En ocasiones, sumida en la vergüenza, tuvo que recurrir a la buena voluntad de algún conocido porque un organismo público, haciendo gala de una lamentable contumacia, le embargaba la cuenta donde ingresaba aquellos poco más de 400 euros de pensión. No tenía más ingresos. Sin embargo, a aquellos acreedores poco o nada les importaba.

Pero, gracias a la incapacidad que consiguió que le reconocieran, pudo volver a su hogar, y reunirse con todos sus hijos. Alguna leve sonrisa se dibujaba, a veces, en su cara. 

Y entonces fue abuela. Y ese día fue feliz, realmente feliz. Su pesadumbre pasaba a un segundo plano. Tenía 58 años. Parecía que la vida hacía las paces con ella, pero no fue así. Porque la vida se muestra especialmente dura con algunas personas, a las que devuelve un castigo ante la más mínima alegría. En un visita casi rutinaria al médico recibió una demoledora noticia: tenía cáncer. 

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Como profesionales sanitarios, no tenemos que conocer las vicisitudes de quienes acuden a un centro de salud o un hospital. Desde luego, no estamos obligados a ello. No tenemos que involucrarnos en las vidas de los pacientes. Eso es así y no cabe discusión al respecto. Pero, siendo eso cierto, la humanidad en la asistencia ayuda a dibujar una sonrisa incluso en aquellos que perdieron la esperanza de vivir la vida sin sufrimiento.

En su lucha contra el cáncer, ¿sería positivo que a aquella mujer le preguntáramos, con un sonrisa, no sólo por su estado sino por su nieto? ¿Se imaginan? 

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